Diana Torres
@dyanatorress
“Cuando yo era joven, nos enseñaban a ser discretos y respetar a los mayores, pero los jóvenes actuales son excesivamente ofensivos e impacientes a las restricciones…” ¿Te parece una frase familiar? ¿Alguna vez tú, tus compañeros de trabajo o en familia han sostenido alguna conversación donde la culpa de todo la terminan teniendo los jóvenes con sus actitudes rebeldes y poco comprometidos? Pues la cita con la que inicio se le atribuye a Hesiodo, poeta y quizá primer filósofo griego hacia el año 700 a.C. ¡Sí! Hace 2700 años los jóvenes ya eran un dolor de cabeza.
Hoy estamos en medio de una brecha generacional muy amplia producto de irrupción tecnológica (especialmente la conectividad a internet) entre las generaciones pre, durante y enteramente nativas digitales; es una brecha similar a la que ocurrió durante la revolución industrial o la primera mitad del siglo XX con la mecanización del trabajo, sin embargo, comprender que no son los jóvenes de hoy más difíciles de comprender que el resto cuando tuvimos esa edad, es lo que nos permitirá hacer equipo con quienes más tienen que enseñarnos.
Las diferencias generacionales deben dejar de ser juzgadas como barreras que nos impiden convivir o trabajar con otros y ser vistas como condiciones históricas que marcan el pensamiento y actuación colectivos a partir, considero, del momento económico en que cada uno llegó a la vida productiva. Hoy, por ejemplo, convivimos generaciones que crecieron criados en un ambiente de incertidumbre post guerra (baby boomers) y que en consecuencia valoran profundamente la certeza, las estructuras y la permanencia, con otros que comenzaron a trabajar en pleno boom petrolero y los primeros accesos al crédito masivo (Gen X) y se vieron marcados por un impulso al consumo y a la sobre entrega al trabajo como mecanismo para alimentar tal nivel de exigencia social de pertenencia a partir de su capacidad de compra y otros que llegamos al mundo laboral precarizado del siglo XX (Millennials) donde la ilusión del trabajo libre, flexible y orientado a la felicidad es el escenario perfecto para un mercado que hoy no tiene forma de sostener las condiciones laborales de bienestar que tuvieron nuestros padres o abuelos.
Es la comprensión de estas diferencias y su origen lo que nos permitirá avanzar en la construcción de modelos de trabajo y comunicación donde el baby boomer pueda obtener las certezas que necesita, o no, el Gen X pueda ser reconocido y valorado como su auto visión social requiere, o no, y los Millennials logremos sentir que somos felices en el trabajo (cuando descubramos qué significa eso) ,o no, y aún así seamos capaces de construir estructuras creativas que extraigan lo mejor de cada uno para que la mezcla experiencia, valor al trabajo, cuidado personal y hasta el compromiso social y ambiental que la Generación Z nos enseña todos los días detonen en ideas y procesos cimentados en lo mejor de quienes nos educamos con el hoy obsoleto modelo del siglo XX y satisfagan las necesidades del siglo XXI.
Pensemos: ¿cuánto de lo que hoy se está enseñando en una universidad local servirá en una industria global los próximos 30 años? La realidad es que muy poco, por eso, la principal habilidad que hoy debemos trabajar quienes aspiramos a mantenernos productivos durante algunas décadas más es la flexibilidad de pensamiento y la apertura e comprender escenarios que no nos son naturales, a vivir con aquello que no crecimos. Alejarnos del juicio al otro y acercarnos a la curiosidad es el camino que te invito a correr, no es cómodo, pero vale la pena.
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