Por Diana Torres, CEO de Grupo Punto.
La división marxista de clases sociales en función de dueños de medios de producción y trabajadores de los mismos está en evolución. Hoy crece una generación que aporta valor a la economía global, se convierte en el nuevo motor del crecimiento económico y se rehúsa a poseer bienes: la clase creativa.
Entender a esta naciente “clase social” es clave para dibujar un futuro que integre a estos individuos a sociedades más inteligentes y prósperas en la era del conocimiento. Hoy, la creatividad es el recurso económico definitivo y debemos comprenderla más allá de los estereotipos clásicos anclados al arte, el diseño y la estética. La creatividad hoy sostiene economías enteras a partir de entenderse como la capacidad individual y colectiva de pensar y generar nuevas y más eficientes formas de hacer y producir valor. El trabajo de esta clase creativa está generando grandes beneficios económicos en sectores otrora operativos o estandarizados como la industria, la medicina, la administración o la educación.
A inicios del siglo XX, menos del 10% de los empleos en Estados Unidos (la economía más fuerte del planeta) se valoraban en función de su aporte creativo; para el 2020, se calcula que al menos la mitad del ingreso laboral en economías urbanas será producto de trabajo anclado a la creatividad. De ahí que el mayor reto que hoy tiene la competitividad económica es atraer, cultivar y movilizar talento humano con capacidad creativa.
Este sector se configura hoy como una nueva clase social a partir de que comparten rasgos de identidad cultural, patrones y niveles de consumo y procesos de producción. La clase creativa tiene un potencial de generar rentabilidad infinitamente mayor al de la producción tradicional, ya que sus insumos son materialmente mínimos y su capital de trabajo, si bien es muy valioso, resulta ser poco costoso: ideas, talento para identificar y resolver problemas, capacidad para procesar información y visión global suelen ser hoy los activos más importantes en la atracción de talento para cualquier sector.
Trabajos anclados a la generación de valor creativo por encima del esfuerzo físico o material son la presea más buscada por esta nueva clase social. Sin embargo, el mayor reto en esta carrera creativa sigue siendo la integración de los más desfavorecidos a los carriles de competitividad; mientras no seamos capaces de garantizar pisos mínimos de oportunidades educativas, la brecha entre quienes pueden acceder a la formación que dota del talento creativo y quienes aún no pueden hacerlo, será aún mayor: los ingresos generados a partir de la creatividad se separarán cada día más de aquellos cuyo valor está en el trabajo físico y eso, en el mediano plazo, nos dejará sociedades más fragmentadas, ciudades menos integradas y realidades más hostiles.
Quienes hoy somos parte de una generación de valor creativo estamos obligados a sumar en la construcción de sociedades más horizontales, menos egoístas y con un futuro más prometedor. ¿Cómo vamos con eso?
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